Una más, de más y más… y más

Una más, de más y más… y más

Esta es una historia más de las vivimos día a día en la Ciudad de México, algo a lo que puede estemos acostumbrados, algo que se ignora y por lo cual existen incontables casos de mujeres violentadas en nuestro país, pero al gobierno no le importa.

Ellas

Es un miércoles del año 2016. Soy una estudiante de catorce años… que debe tomar el transporte público para llegar a casa. Es un día lluvioso por la tarde, casi no se ve nada, todos se dirigen a sus casas después de una larga jornada en el trabajo o en la escuela, se ocultan de la lluvia para no mojarse. No puedo ver bien a causa de la lluvia, pero a lo lejos visualizo el autobús que tengo por costumbre tomar para llegar a mi casa, estoy en el centro de Xochimilco, pues aquí está mi escuela. El autobús se detiene, y a causa de la torrencial lluvia, sin pensarlo, lo abordo.

Pero algo anda mal. En el autobús no hay nadie más que yo y el chófer, él es un tipo entre los treinta y cuarenta años. En este momento siento que en realidad estoy en peligro, levanto la voz y le digo que se detenga, que bajaré, pero él dice que quiere llevarme al paradero para que pueda tomar otro autobús, me niego, exijo me deje bajar. El tipo se detiene por un momento y al parecer puedo descender tranquilamente, pero de pronto se arranca, el autobús vuelve a tomar rumbo, es mi única oportunidad, no lo pienso ni un segundo, me lanzó al vacío y caigo en el pavimento de la calle. Una mujer, rápidamente me ayuda a levantar, pues he caído de espaldas, tengo las manos y piernas llenas de rasguños. Solo puedo pensar: “Estoy bien”; mientras, por alguna razón, la adrenalina se ha apoderado de mi; estoy llena de lodo; estoy a salvo. Todo ha pasado tan rápido que ni siquiera he podido tomar una foto o anotar el número de placas de ese sujeto.

Ellas

Al llegar a mi casa, mis padres y demás familia se quedan fríos al verme sangrar de las rodillas, y al contarles lo que ha pasado me dicen: “fuiste muy valiente, no hubieramos tenido el valor”. No comprendo por qué me dicen eso, pues estoy molesta llena de lodo y sangre. Ellos me explican que “algo malo” pudo haberme pasado si mi reacción no hubiese sido la correcta, si no me hubiese lanzado.

Pasa un día, estoy presentando una denuncia en la delegación, el tipo de la recepción me pregunta qué es lo que quiero, y al explicarle, de mala gana hace que alguien más me lleve a una oficina donde un supuesto “licenciado” tomará mi declaración, pero esta persona no hace nada de eso, me hace preguntas, como: “¿Cómo era?; ¿La placa?; ¡Dame el número de la placa!; ¡Eres una mentirosa!; ¿Por qué no le tomaste foto? Es tu culpa.” Aquí soy testiga y confirmo una de las peores cosas de mi país, una persona inepta y prepotente será quien tome mi declaración; Solo puedo pensar en que no tenía otra opción que no fuera lanzarme al vacío o esperar lo peor, y con gran esfuerzo puedo estar de pie, intentando dar mi declaración. ¿Qué clase de persona es este tipo? Alguien que cobra un sueldo para subsistir, que además carece del mínimo de moral. Es evidente que esta persona no tiene intenciones de ayudarme, el solo quiere continuar sentado en su impecable silla, como el típico funcionario corrupto que he encontrado desde que entré a este lugar llamado PGJ. Llena de rabia e impotencia solo puedo responder: “¿Los muertos hablan? Yo solo quería llegar a mi casa, no tuve tiempo de ver las placas, pues caí en medio de una carretera… pídele lo mismo a tus hijas, a tus hermanas, dime qué harían ellas.”

Ellas

Me llevan a otro lugar para que muestre evidencia, pero la única evidencia que llevo conmigo son mis manos y piernas llenas de rasguños por la caída, ellos quieren verlas, pero no me voy a desnudar frente aún montón de desconocidos para ser fotografiada y expuesta como un pedazo de carne, solo me limito a mostrar mis brazos y manos vendadas.

A nadie le interesa, nadie hará nada por sancionar al responsable, ni siquiera por buscarlo. Me dicen que yo tengo que dar las pruebas, que hay cámaras que grabaron todo, pero las cámaras no sirven. No hay evidencia, no hay responsable, nadie escucha y solo soy alguien que tuvo suerte, alguien que se ha salvado de una posible violación o secuestro. Soy una sobreviviente más.

Soy una persona con suerte que supo reaccionar debido al instinto y a que conocía ya historias del diario acontecer en mi país, contra nosotras. Trágicamente, no es así en la mayoría de los casos, donde sí sucede lo peor, y a nadie le importa si estás desaparecida o muerta, solo nos convertimos en una cifra más.

Ellas

Silk Fox Seudónimo de una estudiante de sexto semestre del Colegio de Ciencias y Humanidades.

El mundo es para nosotros. Si lo creemos, lo creamos

IMAGINAtta 13 . Violencia de genero

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