Que las princesas no lloran, me dicen.
Que tienen que aguantar a su príncipe,
les alzan la mano y les sueltan un golpe.
Ya no hay felicidades que duren.
El pueblo se estremece y palidece,
cuando escuchan que al niño, da gripe.
Y no se preocupan por el príncipe,
de quien no se sabe, y ni se estremecen.
Si la princesa habla, todos exclaman,
la prefieren sentada o callada.
Si la ven armada, todos reclaman.
¿Cuándo ya no será encarcelada
en la torre más alta?
¿Ya no la aman?
Si ya para el final, es olvidada.
Escrito por: Aurora Montiel. Estudiante de segundo semestre de CCH, plantel Naucalpan.
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