Para los que teníamos 18 años en 1968, en esta época, para muchos, se gestó un movimiento cultural y existencial, que consistió en vivir la libertad, en una serie de costumbres y actos juveniles, que vinieron a romper con moldes decadentes y con morales represoras que ya no tenían sentido.
Las mujeres de 1968 gestamos en nuestra vida una nueva actitud libertaria, que realmente significaba vivir la libertad en el cuerpo, en la piel, en la vida amorosa y sexual.
Era una cultura juvenil que cimbró a las familias de “buenas conciencias”, que trastocó muchas creencias caducas, ya que esa juventud, no encontró la razón de ser de muchas de esas costumbres, que concebían por ejemplo que una mujer tenía que llegar virgen al matrimonio. Nacían intensos nuevos deseos de una juventud anhelante de libertad, de placer y de vivir el amor de forma genuina.
Se rompió el tabú de la virginidad; los jóvenes de entonces, nos empezamos a cuestionar si las mujeres, sólo podían vivir una sexualidad gozosa hasta que se casaran, y empezamos a preguntarnos qué significaba realmente la virginidad.
Cuando tenía 18 años, tuve una espléndida maestra de filosofía en la prepa 8, Graciela Hierro que era sumamente audaz para la época, era brillante y nos enseñó que el amor era libre: lo cual significaba que el amor, para ser pleno, requiere de total autenticidad de cada uno y tiene que ser genuino, y no depender de contratos ni mandatos. Era fascinante escuchar a Graciela
Hierro sus discursos tan contundentes sobre la libertad sexual; por eso yo no pude dejar de estudiar filosofía, pues creía que la filosofía como ella decía, era una reflexión de la vida cotidiana, para liberar al ser humano.
Entender ya desde esa época, la libertad de las mujeres, hizo que surgieran los principios en México del feminismo, el cual significaba para Graciela Hierro, que la mujer tenía que empoderarse, al construir su propio proyecto existencial. Y uno de esos aspectos que constituían la libertad femenina, era sentirse dueña de su cuerpo, libre para vestirse sin ataduras moralinas, sin miedo a la corporeidad. Se empezaba ya a analizar el hecho de que ser mujer, no significaba que una se tuviera que casar y ser madre. Pues entonces surgieron las pastillas anticonceptivas, que dieron paso a una sexualidad gozosa, libre de embarazo no deseado. Y concebir de ese modo la sexualidad, nos abrió el espíritu para construir una existencia libre de miedo.
El cuerpo jugaba un papel muy importante en ese cambio de cultura, que fue gestando una mayor libertad en otros ámbitos. El cuerpo y como lo miramos gesta nuevas ideas en la mente.
El 68 es también un cambio de mirada y el cuerpo se consideró hermoso, se rompió con la concepción religiosa de pensar el cuerpo como pecado. El 68 nos dio otra forma de sentirnos bellas y aceptar la libertad y la espontaneidad en el vestir. Al concebir al cuerpo bello, libre del tabú del pecado; las mujeres nos sentimos libres y seguras, y no había más represión sexual, entonces surgió la moda de la minifalda, porque conquistamos un cuerpo fuerte, que podía sentirse a gusto con la belleza de éste, y nos podíamos sentir sensualmente dichosas.
Ese gesto de libertad cambió nuestra mente y quizá fue el principio de la verdadera libertad femenina.
Entonces los hombres también eran tan libres y aprendieron a gozar sexualmente con sus parejas, que no eran acosadores, porque se sentían dichosos.
La minifalda significó movimiento y sensualidad, rescataba un sentido de actuar sin ataduras, al grado que también en ese entonces, desapareció el uso del brassiere, porque se concebía que no había que ocultar las formas naturales de la belleza femenina y su erotismo. Esa mentalidad libertaria desde el cuerpo, nos abrió la mente, y nos concebimos libres en muchos ámbitos. Y por eso tuvimos las mujeres de esa época, la audacia para asistir a las universidades y realizar carreras que nos dieron autonomía.
El cuerpo que nace en el 68 es bello, sensual, libre, espontáneo, y por eso nos dimos permiso, de vivir una sexualidad sin prejuicios y sin la noción de pecado. Se dice fácil, pero se dio un giro en redondo a la mente para que pudiera vivir el placer sexual sin la noción de que era algo malo si no lo realizabas dentro del matrimonio y para fines reproductivos, de tal forma que esta audacia, nos llevó a construir otra cultura.
Enfrentar a tu pareja como un ser igual a ti, con los mismos deseos y anhelos de felicidad, permitió que en la sexualidad se experimentara el encuentro con el goce y con el amor más auténtico. Se conocía más profundamente a la pareja y al menos, se rompió una cadena, no casarse para experimentar por primera vez la vida sexual, no casarse para tener hijos.
Como toda experiencia novedosa, dio raíces a nuevas interpretaciones que tuvieron diversas consecuencias. Pero en su nacimiento la vida sexual del 68 significó realmente un hecho inédito de gozo auténtico y para algunos supuso el amor libre.