Sin duda, 1968 es un año que marcó a toda una nación, pues por varios meses fue la escena de los crímenes más atroces registrados hasta ahora en nuestro país. Uno, el más conocido, es recordado cada año hasta la actualidad, la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en la Ciudad de México. Muchos hasta ahí conocen, sin embargo, semanas antes de este hecho, en otro rincón del país también estaban matando personas, esto en San Miguel Canoa, en el estado de Puebla. Cinco trabajadores de la Universidad Benemérita de Puebla fueron linchados en esa región, al ser “confundidos” con comunistas mientras iban de excursión al cerro “La Malinche”, ubicado a pocos metros del lugar.
Para no olvidarnos de este suceso, nos hicimos ayudar del séptimo arte, pues fue el director Felipe Cazals quien llevó la historia a la pantalla grande en 1976. Con una duración de poco menos de dos horas, nos muestra lo fácil que es manipular a un pueblo completo, con un arma muy poderosa: la religión; conjugada con la precariedad y la ignorancia, pues es el sacerdote quien tiene el mandato del lugar, incluso por encima del presidente municipal.
La historia de Julián, Ramón, Miguel, Roberto y Jesús nunca debió quedar olvidada, pues aunque sucedió en 1968, incluso antes de la matanza de los estudiantes, es algo de lo que no se habla, al menos no con la misma intensidad. 2018, a 50 años de esta atrocidad, sigue siendo impune, traidor e ignorante, es como si estuviéramos condenados a repetir cada cosa que nos pasa, sin haber aprendido de lo ocurrido.
Este, es uno de los incontables sucesos en la historia mexicana que duele, duele hasta las entrañas, pues no fue ni la primera ni la última vez que se culpabilizó y agredió a personas inocentes sin fundamento alguno; este tipo de hechos solo hace notar la gran falta de empatía que tenemos como nación.
La obra de Cazals es cruda, pero sólo así logró dar con todos los matices que necesitaba la trama, sólo así logró contar que “esto sí sucedió”.