El México de 1968 no se puede explicar sin las agresiones imperialistas sobre los pueblos de Asia y África, que entonces se levantaban en heroicas guerras de liberación nacional tras siglos de colonialismo, mientras en América Latina se imponían las criminales dictaduras militares respaldas por Washington para reforzar la dependencia y aplastar la inconformidad popular ante la pobreza y el saqueo de recursos por las transnacionales.
En Estados Unidos, el país de la libertad y la democracia, los descendientes de africanos que por millones fueron secuestrados de su tierra natal padeciendo los más inauditos sufrimientos, habían obtenido la abolición de la esclavitud entre 1863 y 1865; pero no eran tratados como personas, no podían subir al transporte público junto a los blancos, ni asistir a la escuela con ellos, menos entrar a los restaurantes ni centros de diversión y esparcimiento. Sus protestas eran atacadas con golpizas y asesinatos del Ku Kux Klan. En 1961 el antirracista, Malcom X fue asesinado en Nueva York. El pastor de la iglesia Bautista Martin Luther King, inició desde 1955 una fuerte lucha de resistencia pacífica, mediante boicots y protestas masivas, para hacer valer sus derechos.
En 1968 Luther King extendió sus protestas contra la intervención estadounidense en Vietnam y contra la pobreza en su país. Pero en abril de ese año el partidario de la lucha no violenta fue asesinado de un tiro en la garganta, lo que provocó motines en sesenta ciudades de EU. Al igual que a Malcom X, tras su ejecución, el gobierno lo hizo héroe. Los antirracistas más radicales formaron el Partido Pantera Negra en 1966, integrado por jóvenes que, armados y vestidos de negro, recorrían las calles de varias ciudades para vigilar y enfrentar la violencia de los agentes policiacos contra los afroamericanos. Como los panteras negras se proclamaron socialistas y revolucionarios, el FBI los infiltró para desviar su actividad hacia el comercio de drogas y generar desconfianza entre sus integrantes, hasta que logró desintegrarlos.
El 3 de noviembre de 1967, el presidente de Vietnam, Ho Chi Min, envió al presidente Lyndon B. Johnson de Estados Unidos, una carta en la que advertía: “… su el gobierno ha cometido crímenes de guerra, crímenes contra la paz y contra la humanidad en Vietnam del Sur, medio millón de tropas norteamericanas y satélites han recurrido a las armas más inhumanas y los más bárbaros métodos de guerra tales como el napalm, productos químicos y gas para masacrar a nuestros compatriotas destruir cosechas y arrasar aldeas”. Las protestas contra la intervención norteamericana en Vietnam se extendían a todo el mundo, incluyendo muchas ciudades estadounidenses, cuyo gobierno pronto encontraría el modo de envenenar la conciencia de su propia juventud: los festivales masivos de rock acompañados de abundante mariguana y LSD. En poco tiempo, los jóvenes cambiarían sus consignas y protestas contra el imperialismo por el hipócrita amor y paz del auspiciado movimiento hippie.
Encabezada por Fidel Castro, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos y apoyada por originalmente Washington y luego por la Unión Soviética, en enero de 1959 triunfó la rebelión contra la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba; una revolución que influyó en la juventud de México y América Latina. Otras dictaduras se impusieron en toda Latinoamérica para proteger los intereses de las transnacionales que implacablemente se apropiaban de las riquezas. Así ocurrió en Argentina, Brasil Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, y Guatemala. Intelectuales, artistas y escritores narraron parte de esta historia negra, pues muchos de ellos fueron víctimas de la cárcel, el exilio o la tortura: Paulo Freire, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Gabriel García Máquez, Otto René Castillo; y cantantes como Víctor Jara, Mercedes Sosa, Violeta Parra.
La Guerra Fría, entre el campo socialista y el capitalista estaban en su máxima tensión. En 1967, cayó abatido por las balas de un numeroso ejército estadounidense de boinas verdes que llegó a Bolivia para combatir la guerrilla, el ya legendario Ernesto Che Guevara, que se convirtió en el ícono y bandera de la juventud de ayer y hoy en las protestas anticapitalistas de todo el mundo.
Para 1968, el Movimiento Popular para la Liberación de Angola libraba una heroica guerra de guerrillas contra cien mil soldados del imperialismo portugués que se negaban a abandonar esta colonia a la que llegaron desde 1483, y desde donde capturaron a millones de seres humanos para llevarlos como esclavos a las plantaciones de algodón y caña de azúcar de Estados Unidos, Brasil, Cuba y las islas de Caribe, en donde la población local había sido diezmada. Las luchas de liberación se extendían por Laos, Vietnam (en guerra contra el imperialismo francés de 1945 a 1954, y contra el norteamericano de 1955 a 1975). En 1960 lograron su independencia, Sierra Leona, Ruanda y Burundi, Tanzania y la República Centroafricana. En 1962 se había reconocido la independencia de Argel por parte del imperialismo francés, tras años de intensa guerra y un millón de argelinos muertos.
Lo anterior explica por qué 1968 fue el año de la juventud rebelde, antiimperialista y anticapitalista. En Roma miles de estudiantes se enfrentaron en las calles con la policía; en Alemania otros tantos el estudiantado quemaron periódicos de las empresas editoriales en protesta por la información mentirosa que manejan: En Columbia, Berkeley y Chicago los estudiantes salieron masivamente a protestar. En París, surgió un movimiento estudiantil que llegó a las fábricas e hizo reaccionar a la clase obrera. En mayo los círculos “Servir al pueblo”, llamaron a los estudiantes a “salir de los barrios burgueses para ir a las fábricas a unirnos con los obreros”. Una huelga general se extendió en todo Francia colocando barricadas en las calles. Sólo terminó cuando los obreros aceptaron ofrecimientos económicos.
Así fue como en México surgieron las enormes protestas que pronto ganaron la simpatía de amplios sectores de la población en la ciudad de México, así como de obreros e intelectuales avanzados que se fueron influenciados por al despertar anticolonialista y antimperialista de Asia, África y América Latina. El movimiento estudiantil y popular de 1968 fue una explosión de inconformidad contra un sistema presidencialista y autoritario que venía desde la derrota de los dirigentes campesinos en la fracasada revolución mexicana. En los hechos el presidente imponía gobernadores, senadores, jefe del gobierno del DF, magistrados, todo. Sólo existían el PRI y un par de partidos que simulaban oposición, que llenaban urnas y repartían votos a su antojo, apoyados por presidentes municipales y maestros controlados por el sindicalismo priista.
La mayoría de los mexicanos vivían en una miseria peor que la de ahora, pero todavía creían en un gobierno que se decía nacionalista y revolucionario, pues aunque la rebelión campesina de 1910-19 fracasó ante la incapacidad teórica y el asesinato de sus dirigentes, los gobiernos trajeron algunos beneficios para detener la inconformidad del pueblo, como la repartición del ejido y los servicios de salud pública. La estatización de numerosas empresas estratégicas y de las comunicaciones y transportes también mejoraron las condiciones de vida y de trabajo, aunque con el tiempo la corrupción terminó arruinándolas.
Sin embargo, la inconformidad crecía lentamente. Campesinos de Morelos se rebelaron contra el burocratismo que impedía el reparto de tierras, y en 1962 fue asesinado, junto con su esposa embarazada y sus hijos, el dirigente zapatista Rubén Jaramillo. Otro movimiento campesino se levantó en Chihuahua por el mismo motivo, originando el levantamiento guerrillero que el 23 de septiembre de 1965 intentó tomar el cuartel militar de Madera. El 20 de agosto de 1967, en Acapulco Guerrero, más de 800 productores de copra protestaron contra los bajos precios que recibían por su producto y fueron baleados por pistoleros con respaldo del gobierno federal, 30 de ellos murieron y decenas resultaron heridos. Los electricistas realizaron grandes huelgas en 1916 y los mineros en 1950. En 1958 y 1959, los ferrocarrileros democratizaron su sindicato y estallaron en huelga por aumento salarial, por lo que fueron cruelmente reprimidos, muchos fueron asesinados y cientos pasaron varios años en la cárcel acusados de comunistas. De 1964 a 1965, los médicos residentes de la ciudad de México se levantaron en un movimiento huelguístico por mejores condiciones de trabajo, pero fueron reprimidos y encarcelados.
El movimiento también fue precedido por protestas en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en donde los estudiantes exigían mejorar las condiciones de estudio y algunas reformas en favor de la educación. Muchos fueron expulsados, otros asesinados. Desde la Facultad de Derecho de la UNAM, surgió el Movimiento de Reforma Universitaria de 1966, iniciando, una huelga por una reforma que suprimiera las estructuras autoritarias e introdujera planes de estudio acordes con las nuevas necesidades sociales. Los universitarios se vincularon con las 32 normales rurales que entonces existían, agrupadas en la Federación Nacional de Estudiantes Socialistas de México, levantando el lema “Por una educación científica y popular”.
Amenizaban los mítines y festivales del 68 cantantes como Amparo Ochoa, Judith Reyes, León Chávez Texeiro y José de Molina. Acostumbrado al uso de la violencia, el torpe gobierno de Gustavo Díaz Ordaz optó por la matanza masiva de estudiantes, sabedor de que contaría con la aprobación de Estados Unidos. Pero, ¿Qué más hizo el gobierno para someter a los estudiantes? A pocas semanas de la matanza de estudiantes del 10 de junio en San Cosme, e imitando el Festival del movimiento hippie en Woodstock, California (1969), el gobierno autorizó a Telesistema Mexicana (antecedente de Televisa), auspiciada por The Coca Cola Company y productores de espectáculos norteamericanos, organizaron el festival de Avándaro en 1971, que en un fin de semana juntó a 500 mil jóvenes para reproducir la idea del “sexo libre” y el consumo de drogas en un evento que algunos grupos pretendieron presentar como antigobiernista y progresista; los “rebeldes sin causa”, les llamaban.
El sistema capitalista dependiente comprendió la importancia de las drogas para sedar a la juventud y desviarla del análisis y la acción transformadora revolucionaria; para orientarla hacia la delincuencia; hacia la cárcel y hacia los centros de rehabilitación y de religiones, de manufactura estadounidense, como se puede observar en el México de 2018, a medio siglo del movimiento estudiantil y popular de 1968.